Sistema de aprendizaje inconsciente


Los seres humanos adquirimos conocimiento y capacidad de acción por un sistema de aprendizaje inconsciente basado en las experiencias vividas.

Llegamos a este mundo dotados de un conjunto de instrucciones que están contenidas en el ADN. Es una especie de sistema operativo que procesa algoritmos básicos imprescindibles para vivir y desarrollarnos.

Estas instrucciones controlan la temperatura del cuerpo, el suministro de oxígeno al cerebro, la producción de proteínas,….etc.

Además, desde el nacimiento, vamos incorporando otros algoritmos adicionales que necesitamos para vivir en sociedad.

Esta programación añadida es fruto de un proceso de aprendizaje inconsciente que realizamos a partir de las experiencias vividas. Y después de contrastar que los algoritmos elaborados pueden operar correctamente los incorporamos al conjunto de los programas de acción.

Si la experiencia vivida es pobre en contenido, la adquisición de conocimiento será escasa y el progreso muy limitado. Esto puede comprobarse en casos extremos de niños perdidos en la selva que vuelven a la civilización tras muchos años.

El proceso de aprendizaje inconsciente tiene lugar durante la etapa nocturna cuando están desactivados los sentidos externos y el consumo energético es mínimo.

Las fases de sueño profundo son un «laboratorio» en el que simulamos nuestras actuaciones en las experiencias vividas con miles de variantes. El cerebro «fabrica» algoritmos cuya aplicación pueda ayudarnos a reaccionar en actuaciones futuras similares. Y una vez que constata que son válidas y útiles las incorpora como fórmulas automáticas de acción.

Si homologamos reacciones automáticas siendo imperfectas, las actuaciones posteriores serán también imperfectas. Un mal conductor conducirá mal toda su vida, salvo que tenga experiencias traumáticas que le lleven a «revisar» su forma de conducir.

Si llegamos a conocer exactamente como opera el sistema de aprendizaje inconsciente, estaremos en condiciones de replicarlo en un computador. Entonces podremos programar avatares de realidad virtual que también aprendan de su experiencia.

Incluso podrían llegar a alcanzar una cierta «masa crítica» y adquirir consciencia propia. Es el camino de la inteligencia artificial.

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