Parece que estamos solos e incomunicados en el Universo. Y no tenemos ninguna indicación de que por otras latitudes haya otros habitantes vivos e inteligentes aparte de los seres humanos.
El orden natural que conocemos es inconsciente. En él las estrellas se mueven de forma mecánica y las leyes de la materia y la energía siguen un orden programado.
Las bacterias no piensan y los animales que conviven con nosotros en la Tierra parece que están programados casi por completo.
El medio ambiente evoluciona y actúa de forma aparentemente inconsciente y las fuerzas de la naturaleza obedecen a las leyes universales de la física y la química.
Nuestra propia naturaleza esta constituida por un material genético básico con programas que actúan sin pensar y nacemos ya muy programados por la genética.
Aparte de nosotros los seres humanos, no tenemos noticia de que existan otros seres que tengan pensamiento consciente. Creemos que alguien superior controla el orden universal, pero solo podemos conectar con él por vía inconsciente.
Estamos solos e incomunicados en el Universo, como si estuviéramos sumergidos en un océano infinito tratando de llegar a la superficie. Vamos conquistando nuestro conocimiento y nuestra consciencia de la realidad que nos rodea a lo largo de nuestras vivencias después de nacer con la mente en blanco.
Hemos creado nuestro propio mundo de la razón, la lógica, la ética, los principios y los ideales. Pero sigue teniendo mayor peso nuestra parte que está “sumergida” en el misterioso «océano» que nos rodea.
Nuestra inteligencia emocional prevalece sobre la razón. El mundo consciente parece que reside solo en nosotros mismos. Una singularidad que no nos libra de estar solos en medio de la inmensidad.